martes, 10 de febrero de 2009

Ese maldito Yo, al margen de la existencia




Ese maldito Yo



Parte 1: Al margen de la existencia



No guardamos rencor a quienes hemos insultado; estamos, por el contrario, dispuestos a reconocerles todos los méritos imaginables. Desgraciadamente, esta generosidad no se halla nunca en el insultado.


Kandisky afirma que el amarillo es el color de la vida.
… Se comprende ahora por qué ese color hace tanto daño a los ojos.


Cuando se debe tomar una decisión capital, nada hay más peligroso que consultar con los demás, dado que, salvo algunos extraviados, nadie desea sinceramente nuestro bien.


Se aprende más en una noche en vela que en un año de sueño. Lo cual equivale a decir que una paliza es mucho más instructiva que una siesta.


Los dolores de oídos que padecía Swift son en parte la causa de su misantropía.
Si las enfermedades de los demás me interesan tanto, es para hallarme inmediatamente puntos comunes a ellos. A veces tengo la impresión de haber compartido todos los suplicios de aquellos a quienes he admirado.


Todo aquel que ha soportado una adversidad mira por encima del hombre a quienes no la han padecido. La insoportable infatuación de los operados…


Los antiguos desconfiaban del éxito porque temían la envidia de los dioses, pero también el peligro del desequilibrio interior causado por cualquier éxito como tal. ¡Qué superioridad sobre nosotros demuestra el haber comprendido ese peligro!


¡Si supieran los hijos que no he querido tener la felicidad que me deben!


Pobre del escritor que no cultive su megalomanía, que la vea menguar sin reaccionar. Pronto se dará cuenta de que uno no se vuelve normal impunemente.


Víctima yo de una gran angustia que no sabía cómo quitarme, llaman a la puerta. Abro. Era una señora de cierta edad que no esperaba en absoluto. Durante tres horas me martirizó con tales necedades que mi angustia se transformó en cólera. Estaba salvado.


La tiranía destruye o fortalece al individuo; la libertad lo debilita y lo convierte en un fantoche. El hombre tiene más posibilidades de salvarse a través del infierno que del paraíso.


Dos amigas, actrices en un país del Este. Una de ellas se instala en Occidente, donde se hace rica y célebre; la otra permanece en su país, desconocida y pobre. Medio siglo después, ésta última viene a ver a su afortunada compañera. «Era mucho más grande que yo, me sacaba la cabeza, y ahora está encogida y paralizada.» Tras contarme otros detalles, me dice a guisa de conclusión: «Yo no tengo miedo de la muerte, yo tengo miedo de la muerte en la vida».
Nada mejor para disimular una revancha tardía que el recurso de la reflexión filosófica.


Fragmentos, pensamientos fugitivos, decís, ¿Se les puede llamar fugitivos cuando se trata de obsesiones, es decir, de pensamientos cuta característica principal es justamente no huir?


Acababa de escribir una carta muy moderada, muy como es debido a alguien que no lo merecía en absoluto. Antes de enviarla, añadí algunas alusiones impregnadas de una vaga amargura. En el mismo momento en que echaba la carta, sentí que la rabia me invadía y con ella un desprecio por mi arrebato noble, por mi deplorable acceso de distinción.





Autor: Emil Michel Cioran

Fotografía
Devon Wilson

Photo Artist Link:
http://www.modelmayhem.com/449856

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bravo!!!!