domingo, 22 de marzo de 2009

Ese maldito Yo, Magia de la decepción




Ese maldito Yo




Parte 3: Magia de la decepción





Devastado por el tedio, ese ciclón al ralentí


Existe, es evidente, una melancolía sobre la que a veces actúan los fármacos; existe otra, subyacente a nuestras explosiones de alegría, que nos acompaña constantemente, sin dejarnos solos ni un instante. De esa maléfica presencia nada nos permite librarnos: ella es nuestro «yo» frente a sí mismo para siempre.


A un poeta extranjero, que tras haber dudado entre varias capitales, acaba de desembarcar aquí, le digo que ha tenido una magnífica idea, que en esta ciudad particularmente «brillante» existe, entre otras, la ventaja de morirse de hambre sin molestar a nadie. Para animarle aún más, preciso que el fracaso es en ella tan natural que equivale a un oficio. Detalle éste que le satisface plenamente, a juzgar por el resplandor que percibo en sus ojos.


Sólo un gran poeta podía permitirse el lujo de decir semejante majadería.


(…) Sólo lo que invita al desfallecimiento merece la pena ser escuchado. (Sobre Brahms)


Paseo por el cementerio de Montparnasse.
Todos, jóvenes o viejos, hacían proyectos. Ahora han dejado de hacerlos.
Imbuido por su ejemplo, juro de vuelta a casa que tampoco yo volveré a hacerlos nunca más.
Paseo indudablemente benéfico.


Pienso en C., para quien beber café era la única razón de existir. Un día que le hablaba de los méritos del budismo, me respondido: «El Nirvana, de acuerdo, pero con café».
Todos tenemos alguna manía que nos impide aceptar incondicionalmente la dicha suprema.


Desembarazarse de la vida es privarse de la satisfacción de reírse de ella.
Única respuesta posible a quienes nos anuncian su intención de suprimirse.


Si la amistad es interesante es porque resulta, casi tanto como el amor, una fuente inagotable de desengaños y de rabias, y por ello de sorpresas fecundas de las que no sería razonable desear abstenerse.


Me tiene una mano ausente. Le hago gran cantidad de preguntas, pero sus respuestas extremadamente lacónicas acaban desanimándome. No dice ninguna de esas expresiones inútiles tan necesarias para el diálogo, pues se trata efectivamente de un diálogo. La palabra es un signo de vida, de ahí que el loco charlatán se encuentre más cerca de nosotros que el medio loco bloqueado.


Imposible defendernos de un adulador. No podemos darle la razón sin hacer el ridículo; tampoco increparle y enviarle a paseo. No tenemos más remedio que comportarnos con él como si dijera la verdad, dejarnos incensar a falta de saber cómo reaccionar. Él cree que consigue engañarnos, que nos domina, y saborea su triunfo sin que podamos desengañarle. Con frecuencia se trata de un futuro enemigo que se vengará un día de haberse rebajado ante nosotros, un agresor disfrazado que planea sus golpes mientras pronuncia sus hipérboles.


El método más eficaz de hacerse amigos fieles es felicitarles por sus fracasos.


Imposible dialogar con el dolor físico.


Cuando me enteré de que se iba a casar, creí oportuno disimilar mi asombro con un tópico: «Todo es compatible con todo». – Y él: «Es cierto, puesto que el hombre es compatible con la mujer».


Una llama atraviesa la sangre. Pasar al otro lado, esquivando la muerte.


Cada vez que veo a un mendigo borracho, sucio, alucinado, apestoso, tumbado con su botella en la acera, pienso en el hombre del mañana ensayando su final y lográndolo perfectamente.

A pesar de encontrarse gravemente desequilibrado, no dice más que trivialidades sin parar. De vez en cuando, sin embargo, hace una observación que raya en el cretinismo y la genialidad. Para algo tenía que servir la disgregación del cerebro.

Su indolencia me deja perplejo y admirado a la vez. No se apresura por nada, no persigue ningún fin preciso, ningún tema le apasiona. Parece como si al nacer hubiera tomado un calmante que continúa haciéndole efecto, permitiéndole conservar su sonrisa indestructible.


¡Ay de quien, habiendo agotado sus reservas de desprecio, no sepa ya qué sentimiento experimentar respecto a los demás y respecto a sí mismo!



Autor: Emil Michel Cioran

Fotografía Vhm Alex

Photo Artist Link:
http://vhm-alex.deviantart.com/

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